A cualquier hora del día, con los ojos de la cara bien abiertos y no menos con los de la imaginación, no es preciso hacer esfuerzo alguno para trasladarse en el tiempo a la España rural del siglo XVI. Estoy en la plazuela de las Cuatro Calles de la villa de Budia, uno de los lugares más representativos de toda la Alcarria, y, quiero pensar, que lo es también de los más desconocidos para el público que viaja.
Por las calles de Budia uno va de sorpresa en sorpresa. Sin que sea preciso hurgar en las entrañas de su pasado, que al decir de algunas de sus recias casonas centenarias y del largo listín de hijos ilustres que la villa dio al mundo, uno sospecha que debió de ser realmente brillante. Queda en pie el escenario en el que actuó la Historia, el pueblo con sus escudos heráldicos y sus portadas de piedra, el peso de su antigüedad y sus calles en cuesta; un pueblo hermoso y tranquilo para vivir, pero en el que cada vez se hay menos vida porque la gente se fue, llegando hasta el límite de las 250 almas como población de derecho, de las cerca de dos mil con las que debió de contar hace algo más de medio siglo. A pesar de todo, y teniendo en cuenta que el fenómeno de la despoblación afectó por igual a los pueblos vecinos, Budia sigue siendo la capitalidad de la comarca sin que le falten motivos para que sea así.
El centro vital de esta villa es la Plaza Mayor, como lo fue siempre, espléndida, señorial, de bella estampa que engalana como fondo el artístico edificio del ayuntamiento sacando a la calle sus nueve columnas de la planta baja, seis arcos en la galería superior, y la enhiesta torre del reloj que le sirve de remate. La plaza, que a don Camilo le pareció en su primer viaje la de un pueblo moro, hoy, a cualquier hora y en cualquier día, podría servirnos como muestra de lo que cinco siglos atrás debieron ser las plazas mayores de cualquiera de las villas renacentistas que hay en Castilla.
He bajado la cuesta de Santa Ana hasta las gradas de la picota. Son huertos lo que hay a un lado y al otro de la vertiente, y agua, mucha el agua la que se siente correr por una reguera oculta entre la hierba. Sobre el alto y hacia el poniente algunos chalés, y cuesta arriba los viejos callejones cargados de misterio. Calles y callejas con nombres expresivos que andan a juego con las viviendas –desocupadas muchas de ellas– que las enmarcan. Entre otras, he leído al subir escrito sobre las carteletas, viejas y nuevas, de las esquinas, Calle de Tras Reló, Calle de la Lechuga, de la Estepa, del Medio Celemín, Calle del Bronce. Pienso que directa o indirectamente los nombres de estas calles tendrán algo que ver con los viejos oficios de los artesanos que durante los siglos XVII y XVIII vivieron allí, cuyos trabajos se llevaron a vender por toda la Alcarria y hasta muy lejos de sus fronteras comarcales, y que fueron entre varios más curtidores, tejedores, zapateros, sastres, coleteros..., de los que nada queda como enseña que fueron de la villa por tanto tiempo, como tampoco queda nada de algo que le dio cierta nombradía durante los últimos cincuenta o sesenta años: los bizcochos crispines, producto de una pequeña industria familiar que ha desaparecido sin dejar paso a la continuidad, lo que ha supuesto una importante pérdida para la repostería alcarreña.
A pesar de todo, la nota fundamental de esta villa prevalece, sus monumentos y sus costumbres. Me quiero referir, además de al indecible encanto de sus callejuelas y rincones, a ese par de monumentos dignos de ser vistos: la iglesia parroquial de San Pedro, y el santuario mariano de Nuestra Señora del Peral situado sobre un altillo en las afueras, todo un emblema en la villa de Budia.
De la iglesia de San Pedro hay razones para admirar su bellísima portada plateresca, inspirada cuando menos en Alonso de Covarrubias, y diseñada probablemente por cualquiera de los grandes artistas que imitaron su estilo, tanto en el siglo XVI como en épocas posteriores. Lo que todavía queda en el presbiterio, como resto de aquel magnífico frontal de plata que desapareció incendiado cuando la Guerra Civil, sigue siendo de un valor único en la iglesia de Budia, como sin duda también lo son los bustos del Ecce-Homo y de La Dolorosa, firmados por Pedro de Mena y tallados en su taller de Málaga en el año 1674, y que, expuestos dentro de sus respectivas urnas, uno a cada lado del presbiterio, continúan siendo el principal motivo de atracción para quienes van al pueblo. Ambos bustos, de los que nada se sabe por cuanto al cómo y al cuándo llegaron al pueblo, pertenecían a la ermita del Peral, pero en el siglo pasado, siguiendo un buen criterio, fueron bajados hasta el pueblo por razones de seguridad.
De la ermita patronal se tienen más datos. Con las de Auñón y Alhóndiga, esta de Budia viene a ser uno de los tres santuarios marianos más importantes de la Alcarria. Sobre la portada principal se ve inscrita sobre la piedra la fecha de 1688, que bien pudo ser la de su término. Aunque no existe documento alguno que lo acredite, existe una piadosa tradición por la que sabemos que la Madre de Dios se apareció a un pastor sobre el tronco de un peral en aquel mismo sitio. Desde su hornacina, la venerable imagen de la Señora preside la nave central de la iglesia donde con frecuencia, y con heredado fervor, recibe el homenaje y la veneración de los hijos de Budia. Su fiesta mayor se celebra el domingo siguiente al 8 de septiembre, también el primero de enero, fecha en la que desde hace algunos años se tiene la costumbre de subir en acción de gracias y se cantan villancicos.
Las costumbres y tradiciones que desde tiempos que nadie recuerda se vienen manteniendo a lo largo del año, son muchas. Haremos referencia a dos de ellas y de manera muy breve: las hogueras de San Pedro y los Soldados de Cristo. Para la fiesta de su patrón se canta el “sampedro” y se queman los cueros de vino en las hogueras públicas durante la noche. Los antiguos cueros de vino se sustituyen hoy por ruedas de caucho. El “sampedro” consiste en coplillas que la gente conoce, todas con algún mensaje según el sitio y las circunstancias:
Virgen santa del Peral,
cuándo llegará tu día,
para ver pasar los toros
por debajo la Tobilla.
Entre coplilla y coplilla la gente responde: ¡Sarna, Sarna, que pica que rabia! El Sarna es un personaje maléfico que anda haciendo de las suyas en torno a las hogueras, y recibe de palos.
La reaparición de los soldados de cristo es relativamente reciente, si bien su origen en el costumbrismo local es muy antiguo. Los Soldados de Cristo son doce hombres del pueblo, más uno que actúa de capitán, y que en la tarde del Jueves Santo se colocan en dos filas a la puerta de la iglesia armados con lanzas. Durante la misa están en el presbiterio, siempre de pie, y en el momento de la consagración rinden sus armas e hincan una rodilla en el suelo. Después de la procesión de la tarde se quedan custodiando el Monumento. La indumentaria que antiguamente vestían los Soldados de Cristo debió tener cierta similitud con el traje festivo del siglo XVI, con un parche y una cintas como distintivo en el hombro derecho. Actualmente visten con traje ordinario de color oscuro, sombrero negro, y una banda roja con enseña terciada al hombro.
Budia hoy es un pueblo vivo, distinto a lo que fue en décadas anteriores cuando los medios eran pocos y las aspiraciones escasas. Sabemos de la transformación habida en él y del buen hacer de sus últimos ediles, de Rafael Taravillo, siempre en nuestro recuerdo, cuyo testigo ha tomado después Ana María Sánchez, la actual alcaldesa, con demostrado acierto en su gestión, a la que pregunto si de verdad Budia debe tener un sitio en el escaparate provincial con vistas al turismo.
– Claro que debe tenerlo; desde luego que sí. Quien viene alguna vez por aquí, es seguro que repite. Los amigos del arte tienen en nuestra iglesia cosas muy buenas que ver. Y el tipismo de nuestras calles es de lo poco que va quedando como auténtico en toda la Alcarria.
– ¿Qué es lo que el ayuntamiento tiene como proyecto más inmediato?
– Queremos convertir en hecho real lo antes posible una Casa Tutelada para Mayores. Levantar y poner en funcionamiento una residencia es algo inalcanzable para nuestras posibilidades. Entre otros proyectos, que son varios tanto para Budia como para los anejos, tenemos muy a la vista la construcción de ocho o diez viviendas de protección oficial.
– En pocas palabras ¿Qué diría a nuestros lectores para terminar?
– Les diría que no se lo piensen, que vengan a conocer Budia, nuestro arte, nuestro tipismo tan antiguo y tan bien conservado, nuestras fiestas... En fin, que se pasen por aquí, con la seguridad de que se marcharán contentos.
Por las calles de Budia uno va de sorpresa en sorpresa. Sin que sea preciso hurgar en las entrañas de su pasado, que al decir de algunas de sus recias casonas centenarias y del largo listín de hijos ilustres que la villa dio al mundo, uno sospecha que debió de ser realmente brillante. Queda en pie el escenario en el que actuó la Historia, el pueblo con sus escudos heráldicos y sus portadas de piedra, el peso de su antigüedad y sus calles en cuesta; un pueblo hermoso y tranquilo para vivir, pero en el que cada vez se hay menos vida porque la gente se fue, llegando hasta el límite de las 250 almas como población de derecho, de las cerca de dos mil con las que debió de contar hace algo más de medio siglo. A pesar de todo, y teniendo en cuenta que el fenómeno de la despoblación afectó por igual a los pueblos vecinos, Budia sigue siendo la capitalidad de la comarca sin que le falten motivos para que sea así.
El centro vital de esta villa es la Plaza Mayor, como lo fue siempre, espléndida, señorial, de bella estampa que engalana como fondo el artístico edificio del ayuntamiento sacando a la calle sus nueve columnas de la planta baja, seis arcos en la galería superior, y la enhiesta torre del reloj que le sirve de remate. La plaza, que a don Camilo le pareció en su primer viaje la de un pueblo moro, hoy, a cualquier hora y en cualquier día, podría servirnos como muestra de lo que cinco siglos atrás debieron ser las plazas mayores de cualquiera de las villas renacentistas que hay en Castilla.
He bajado la cuesta de Santa Ana hasta las gradas de la picota. Son huertos lo que hay a un lado y al otro de la vertiente, y agua, mucha el agua la que se siente correr por una reguera oculta entre la hierba. Sobre el alto y hacia el poniente algunos chalés, y cuesta arriba los viejos callejones cargados de misterio. Calles y callejas con nombres expresivos que andan a juego con las viviendas –desocupadas muchas de ellas– que las enmarcan. Entre otras, he leído al subir escrito sobre las carteletas, viejas y nuevas, de las esquinas, Calle de Tras Reló, Calle de la Lechuga, de la Estepa, del Medio Celemín, Calle del Bronce. Pienso que directa o indirectamente los nombres de estas calles tendrán algo que ver con los viejos oficios de los artesanos que durante los siglos XVII y XVIII vivieron allí, cuyos trabajos se llevaron a vender por toda la Alcarria y hasta muy lejos de sus fronteras comarcales, y que fueron entre varios más curtidores, tejedores, zapateros, sastres, coleteros..., de los que nada queda como enseña que fueron de la villa por tanto tiempo, como tampoco queda nada de algo que le dio cierta nombradía durante los últimos cincuenta o sesenta años: los bizcochos crispines, producto de una pequeña industria familiar que ha desaparecido sin dejar paso a la continuidad, lo que ha supuesto una importante pérdida para la repostería alcarreña.
A pesar de todo, la nota fundamental de esta villa prevalece, sus monumentos y sus costumbres. Me quiero referir, además de al indecible encanto de sus callejuelas y rincones, a ese par de monumentos dignos de ser vistos: la iglesia parroquial de San Pedro, y el santuario mariano de Nuestra Señora del Peral situado sobre un altillo en las afueras, todo un emblema en la villa de Budia.
De la iglesia de San Pedro hay razones para admirar su bellísima portada plateresca, inspirada cuando menos en Alonso de Covarrubias, y diseñada probablemente por cualquiera de los grandes artistas que imitaron su estilo, tanto en el siglo XVI como en épocas posteriores. Lo que todavía queda en el presbiterio, como resto de aquel magnífico frontal de plata que desapareció incendiado cuando la Guerra Civil, sigue siendo de un valor único en la iglesia de Budia, como sin duda también lo son los bustos del Ecce-Homo y de La Dolorosa, firmados por Pedro de Mena y tallados en su taller de Málaga en el año 1674, y que, expuestos dentro de sus respectivas urnas, uno a cada lado del presbiterio, continúan siendo el principal motivo de atracción para quienes van al pueblo. Ambos bustos, de los que nada se sabe por cuanto al cómo y al cuándo llegaron al pueblo, pertenecían a la ermita del Peral, pero en el siglo pasado, siguiendo un buen criterio, fueron bajados hasta el pueblo por razones de seguridad.
De la ermita patronal se tienen más datos. Con las de Auñón y Alhóndiga, esta de Budia viene a ser uno de los tres santuarios marianos más importantes de la Alcarria. Sobre la portada principal se ve inscrita sobre la piedra la fecha de 1688, que bien pudo ser la de su término. Aunque no existe documento alguno que lo acredite, existe una piadosa tradición por la que sabemos que la Madre de Dios se apareció a un pastor sobre el tronco de un peral en aquel mismo sitio. Desde su hornacina, la venerable imagen de la Señora preside la nave central de la iglesia donde con frecuencia, y con heredado fervor, recibe el homenaje y la veneración de los hijos de Budia. Su fiesta mayor se celebra el domingo siguiente al 8 de septiembre, también el primero de enero, fecha en la que desde hace algunos años se tiene la costumbre de subir en acción de gracias y se cantan villancicos.
Las costumbres y tradiciones que desde tiempos que nadie recuerda se vienen manteniendo a lo largo del año, son muchas. Haremos referencia a dos de ellas y de manera muy breve: las hogueras de San Pedro y los Soldados de Cristo. Para la fiesta de su patrón se canta el “sampedro” y se queman los cueros de vino en las hogueras públicas durante la noche. Los antiguos cueros de vino se sustituyen hoy por ruedas de caucho. El “sampedro” consiste en coplillas que la gente conoce, todas con algún mensaje según el sitio y las circunstancias:
Virgen santa del Peral,
cuándo llegará tu día,
para ver pasar los toros
por debajo la Tobilla.
Entre coplilla y coplilla la gente responde: ¡Sarna, Sarna, que pica que rabia! El Sarna es un personaje maléfico que anda haciendo de las suyas en torno a las hogueras, y recibe de palos.
La reaparición de los soldados de cristo es relativamente reciente, si bien su origen en el costumbrismo local es muy antiguo. Los Soldados de Cristo son doce hombres del pueblo, más uno que actúa de capitán, y que en la tarde del Jueves Santo se colocan en dos filas a la puerta de la iglesia armados con lanzas. Durante la misa están en el presbiterio, siempre de pie, y en el momento de la consagración rinden sus armas e hincan una rodilla en el suelo. Después de la procesión de la tarde se quedan custodiando el Monumento. La indumentaria que antiguamente vestían los Soldados de Cristo debió tener cierta similitud con el traje festivo del siglo XVI, con un parche y una cintas como distintivo en el hombro derecho. Actualmente visten con traje ordinario de color oscuro, sombrero negro, y una banda roja con enseña terciada al hombro.
Budia hoy es un pueblo vivo, distinto a lo que fue en décadas anteriores cuando los medios eran pocos y las aspiraciones escasas. Sabemos de la transformación habida en él y del buen hacer de sus últimos ediles, de Rafael Taravillo, siempre en nuestro recuerdo, cuyo testigo ha tomado después Ana María Sánchez, la actual alcaldesa, con demostrado acierto en su gestión, a la que pregunto si de verdad Budia debe tener un sitio en el escaparate provincial con vistas al turismo.
– Claro que debe tenerlo; desde luego que sí. Quien viene alguna vez por aquí, es seguro que repite. Los amigos del arte tienen en nuestra iglesia cosas muy buenas que ver. Y el tipismo de nuestras calles es de lo poco que va quedando como auténtico en toda la Alcarria.
– ¿Qué es lo que el ayuntamiento tiene como proyecto más inmediato?
– Queremos convertir en hecho real lo antes posible una Casa Tutelada para Mayores. Levantar y poner en funcionamiento una residencia es algo inalcanzable para nuestras posibilidades. Entre otros proyectos, que son varios tanto para Budia como para los anejos, tenemos muy a la vista la construcción de ocho o diez viviendas de protección oficial.
– En pocas palabras ¿Qué diría a nuestros lectores para terminar?
– Les diría que no se lo piensen, que vengan a conocer Budia, nuestro arte, nuestro tipismo tan antiguo y tan bien conservado, nuestras fiestas... En fin, que se pasen por aquí, con la seguridad de que se marcharán contentos.
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