Todo el arte y objetos de valor ‑que en Pastrana
son muchos‑, ornamentos
sagrados y útiles litúrgicos de
interés, se encuentran recogidos
en los salones de la Colegiata destinados
a museo parroquial, siendo el más importante de todos ellos la que fuera sacristía mayor. Allí están colgados
algunos de los famosos tapices góticos del siglo XV, tejidos en el taller belga
de Paschier Granier, sobre cartones del
pintor de la corte portuguesa Nuño
Gonçalves, en los que se representan con inmejorable iconografía y materiales
de guerra, pendones y vestimenta de la
época, varios pasajes de la toma
de Arzila y de Alcazarquivir por los ejércitos del rey Alfonso V de
Portugal en el norte de Africa. Pero como no se trata de hacer una mera y
detallada lista de objetos artísticos,
o personales que guardan
relación con la historia de Pastrana, se puede reseñar un
poco someramente que en el Museo de la Colegiata se exponen y custodian un par
de imágenes barrocas de Salzillo; lienzos del taller del Greco y otros de
Morales y de Carreño Miranda; vasos sagrados y cruces procesionales que regalaron a la iglesia de Pastrana o a
los primeros duques el Papa Urbano
VIII, Santa Teresa de Jesús y la propia Princesa de Eboli; valiosas arquetas
en plata repujada o con esmaltes de
Limoges, sin réplica posible; objetos personales que son recuerdo
de Santa Teresa, de San Juan de la Cruz, de doña Ana de
Mendoza, y un sinfín de detalles más que
hacen merecedora del mayor encomio a la villa de Pastrana.
EL CONVENTO DE
CARMELITAS
El antiguo convento de
carmelitas está situado, aguas abajo del
río Arlés, a un kilómetro escaso
de la villa. Se advierte sobre un otero que da vistas a la
vez a tres vegas distintas. La ley de Desamortización obligó a los monjes a
abandonarlo, siendo ocupado después por frailes de la Orden franciscana
que tuvieron en él su seminario menor
hasta hace solamente unos cuantos años.
Fundó este convento Santa Teresa, en 1569, a instancia de los
príncipes de Eboli, junto a otro más
para mujeres dentro de la villa.
El convento se redujo al principio a unas cuantas cuevas abiertas en la peña, que todavía existen, y a pequeñas ermitas donde los monjes llevaban
una vida prácticamente de anacoretas, si
bien, regidos por las reglas del Carmelo reformado. Allí pusieron sus plantas y vivieron días de
intenso quehacer y no pocos conflictos
con la Princesa, la Santa de Avila y San Juan de la
Cruz, quienes, según cuenta la tradición, moraron en
aquellas cuevas y rezaron en una
ermita que está recubierta en su interior
con calaveras y huesos humanos que todavía perduran.
Años más tarde, metidos ya en el siglo XVII, se inició la construcción
del actual convento, con iglesia y estructura típicamente carmelitas.
Existe en el museo del
convento toda una serie de óleos valiosos representando escenas de la vida de
su fundadora relacionadas directamente
con los días de Pastrana. Los padres franciscanos tienen allí instalado un interesante museo
de fauna
e Historia Natural con fondos
traídos de Filipinas y del Extremo oriente, repleto
de ejemplares exóticos y
curiosos que, por necesidades de la casa e imposición de
las circunstancias, nunca encontró su definitivo lugar de acomodo.
La mística española en general, y en
particular la Orden Carmelita, tienen en estos rincones
pastraneros su más fervoroso santuario.
Allí la naturaleza aparece limpia, como
acabada de estrenar; los
ásperos montículos de su
entorno y los
valles fértiles de su triple
vertiente, invitan al sosiego y a
la paz más íntima que tan bien
entendieron aquellos frailes. Nada mejor
que los
versos del Cántico Espiritual,
inspirados y escritos seguramente allí
por el "Frailecico" de Santa Teresa, con
los valles al pie y la villa como fondo, sobre un oterillo conventual de
la Alcarria:
Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
y yéndolos mirando,
con sola su figura,
vestidos los dejó de su hermosura
Hoy, la Villa Ducal,
hidalga y carmelitana, se ha convertido por gracia singular de la Alcarria y
de su particular historia, en sede casi
permanente de acontecimientos culturales, de
ferias y congresos. Se hizo popular en pocos años su Feria Apícola a la
que asisten con asiduidad y en número creciente participantes de toda la
Península, con los últimos adelantos habidos en el dulce arte de la miel;
y son frecuentes las convenciones
internacionales sobre temas relacionados con la Historia y con la Literatura
sobre todo. Las industrias de mobiliario, al estilo castellano de época, reminiscencia vuelta
a la luz de sus viejos artesanos,
y la moderna instalación de algún taller
peletero por añadidura, así como la
incontenible afluencia de turistas durante las dos últimas décadas, han llevado consigo la apertura y puesta
en funcionamiento de evocadores y
cómodos mesones en donde satisfacer la demanda de hospedaje de la nueva
Pastrana.
El gozo de respirar su aire
de histórica villa renacentista,
el caminar, de sorpresa en
sorpresa, por sus callejuelas estrechas y sugerentes, hacen recomendable en
cualquier caso, más bien obligatorio, un viaje sin prisas a la vieja Palaterna.
Otra de las silentes joyas del tesoro común de todas las Alcarrias.
(En las fotografías: Detalle de uno de los famosos tapices; Convento de Carmelitas, y ermita de Santa Teresa en la huerta del convento)
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