lunes, 17 de diciembre de 2012

Rutas turísticas: A PASTRANA POR CAMINOS DE MIEL (III)


     Todo  el arte y objetos de valor ‑que en Pastrana son  mu­chos‑,  ornamentos  sagrados y útiles litúrgicos de  interés,  se encuentran recogidos en los salones de la Colegiata destinados  a museo parroquial, siendo el más importante de todos ellos la  que fuera sacristía mayor. Allí están colgados algunos de los famosos tapices góticos del siglo XV, tejidos en el taller belga de Pas­chier  Granier, sobre cartones del pintor de la corte  portuguesa Nuño Gonçalves, en los que se representan con inmejorable icono­grafía y materiales de guerra, pendones y vestimenta de la  épo­ca,  varios pasajes de la toma de Arzila y de  Alcazarquivir  por los ejércitos del rey Alfonso V de Portugal en el norte de Afri­ca. Pero como no se trata de hacer una mera y detallada lista  de objetos  artísticos,  o personales que guardan  relación  con  la historia de Pastrana, se puede reseñar un poco someramente que en el Museo de la Colegiata se exponen y custodian un par de imáge­nes barrocas de Salzillo; lienzos del taller del Greco y otros de Morales y de Carreño Miranda; vasos sagrados y cruces procesiona­les  que regalaron a la iglesia de Pastrana o a los primeros  du­ques el Papa Urbano VIII, Santa Teresa de Jesús y la propia Prin­cesa de Eboli; valiosas arquetas en plata repujada o con esmaltes de  Limoges, sin réplica posible; objetos personales que son  re­cuerdo  de Santa Teresa, de San Juan de la Cruz, de doña  Ana  de Mendoza,  y un sinfín de detalles más que hacen  merecedora  del mayor encomio a la villa de Pastrana.

 

 
     EL CONVENTO DE CARMELITAS
 

     El antiguo convento de carmelitas está situado, aguas abajo del  río  Arlés, a un kilómetro escaso de la villa.  Se  advierte sobre un otero que da vistas a la vez a tres vegas distintas. La ley de Desamortización obligó a los monjes a abandonarlo, siendo ocupado después por frailes de la Orden franciscana que  tuvieron en él su seminario menor hasta hace solamente unos cuantos  años. Fundó  este  convento Santa Teresa, en 1569, a instancia  de  los príncipes  de Eboli, junto a otro más para mujeres dentro  de  la villa.  El convento se redujo al principio a unas cuantas  cuevas abiertas  en la peña, que todavía existen, y a  pequeñas ermitas donde los monjes llevaban una vida prácticamente de  anacoretas, si bien, regidos por las reglas del Carmelo reformado. Allí  pu­sieron sus plantas y vivieron días de intenso quehacer y no pocos conflictos  con la Princesa, la Santa de Avila y San Juan  de  la Cruz,  quienes,  según cuenta la tradición, moraron  en  aquellas cuevas  y rezaron en una ermita que está recubierta en su inte­rior  con calaveras y huesos humanos que todavía  perduran.  Años más tarde, metidos ya en el siglo XVII, se inició la construcción del actual convento, con iglesia y estructura típicamente carme­litas.
 

     Existe en el museo del convento toda una serie de óleos valiosos representando escenas de la vida de su fundadora  rela­cionadas directamente con los días de Pastrana. Los padres fran­ciscanos  tienen allí instalado un interesante museo de  fauna  e Historia  Natural con fondos traídos de Filipinas y  del  Extremo oriente,  repleto  de ejemplares exóticos y  curiosos  que,  por necesidades de la casa e imposición de las circunstancias, nunca encontró su definitivo lugar de acomodo.

     La  mística española en general, y en particular  la  Orden Carmelita, tienen en estos rincones pastraneros su más  fervoroso santuario. Allí la naturaleza aparece limpia, como  acabada  de estrenar;  los  ásperos  montículos de su entorno  y  los  valles fértiles  de su triple vertiente, invitan al sosiego y a  la  paz más íntima que tan bien entendieron aquellos frailes. Nada  mejor que  los  versos del Cántico Espiritual,  inspirados  y  escritos seguramente  allí  por el "Frailecico" de Santa Teresa,  con  los valles al pie y la villa como fondo, sobre un oterillo conventual de la Alcarria:

 
          Mil gracias derramando

          pasó por estos sotos con presura,

          y yéndolos mirando,

          con sola su figura,

          vestidos los dejó de su hermosura

 
     Hoy, la Villa Ducal, hidalga y carmelitana, se ha converti­do por gracia singular de la Alcarria y de su particular  historia, en sede casi permanente de acontecimientos culturales, de  ferias y congresos. Se hizo popular en pocos años su Feria Apícola a la que asisten con asiduidad y en número creciente participantes de toda la Península, con los últimos adelantos habidos en el dulce arte de la miel; y  son frecuentes las convenciones internacionales sobre temas relacio­nados con la Historia y con la Literatura sobre todo. Las indus­trias de mobiliario, al estilo castellano de época,  reminiscen­cia  vuelta  a  la luz de sus viejos artesanos, y la  moderna instalación de algún taller peletero por añadidura, así como  la incontenible afluencia de turistas durante las dos últimas déca­das,  han llevado consigo la apertura y puesta en  funcionamiento de evocadores y cómodos mesones en donde satisfacer la demanda de hospedaje de la nueva Pastrana.

     El gozo de respirar su aire de histórica villa renacentis­ta,  el  caminar, de sorpresa en sorpresa, por sus callejuelas estrechas y sugerentes, hacen recomendable en cualquier caso, más bien obligatorio, un viaje sin prisas a la vieja Palaterna. Otra de las silentes joyas del tesoro común de todas las Alcarrias.

(En las fotografías: Detalle de uno de los famosos tapices; Convento de Carmelitas, y ermita de Santa Teresa en la huerta del convento)
 

 

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