sábado, 18 de diciembre de 2010

UNA HORA EN PEÑALVER



«Los meleros ambulantes son casi todos de Peñalver y, como los afiladores de Nogueira de Ramuín, en Orense, se sienten capaces de llegar al fin del mundo sin dar demasiada importancia al suceso. Santos del Castillo vendía miel en Madrid y en media España antes y después de la guerra». (C.J.Cela, “Nuevo viaje a la Alcarria”)

Nada ha tenido que ver mi último viaje al pueblo de los meleros alcarreños con el que en su día, como parte de un todo, llevó a cabo nuestro ilustre académico ya fallecido. Ni en el fondo ni en la forma ha tenido algo que ver, aunque al final aparezca de modo inevitable el tema de la miel a colación. Don Camilo apareció un buen día por allí con toda la parafernalia y con el pomposo séquito que lo acompañó en su segundo viaje. Yo he procurado hacerme presente con la mayor discreción que me ha sido posible, como tengo por costumbre. Don Camilo pasó por Peñalver con fines eminentemente literarios, y un poco también atraído por la reconocida gastronomía de la comarca. Quien esto escribe, siempre salvando las inmensas distancias para no dar alimento a los suspicaces, lo hizo cámara en ristre con un fin la más de sencillo: fotografiar a su gusto el bellísimo cuadro de Rafael Pedrós titulado El Cristo de la Miel, cuyo propietario y viejo amigo, Teodoro Pérez Berninches, guarda como oro en paño, pues, en efecto, lo es, en el salón de su casa del pueblo.
Ese bellísimo cuadro de Pedrós es otro regalo para la Alcarria, al que los pocos que lo conocen no saben dar importancia, o por lo menos la importancia que merece, cuando se trata, salvo mejor opinión, de la esencia pictórica de la verdad de esta tierra, de su paisaje, de sus sentimientos, de su historia, recogido todo ello en un par de metros aproximadamente de superficie, sin un solo centímetro cuadrado carente de mensaje. Lo ofrezco a los lectores en este trabajo convencido de que el tiempo hará de él uno más de los símbolos de la Alcarria. Ahí está Cristo en la Cruz con motivos alcarreños como fondo, de cuyo costado abierto no le brota sangre y agua, sino miel de esta tierra, que recoge en un puchero de barro la reina María de Molina en presencia de personajes históricos tan nuestros como el Marqués de Santillana, el Cardenal Mendoza, el científico guadalajareño de religión judía Ben Sem Tob, entre algunos otros.
Me acerco hasta Peñalver bien entrada la mañana en un día festivo, cuando la gente está por la calle. El pueblo se ve casi al completo desde el mirador que hay junto a la carretera. Aparte de su interés como pueblo productor y distribuidor de miel a lo largo de su historia, uno piensa que algo o mucho tendría para ofrecer también al visitante en el aspecto turístico. Peñalver es un pueblo distinto a los demás, queda extendido a lo largo de una vertiente que baja desde el Castillo hasta el Barrio del Río. Entre ambos barrios hay un sinfín de calles en cuesta, de callejones y pasadizos estrechos cargados de carácter, de rincones evocadores que al instante nos llevan la imaginación cien años atrás. La portada de la iglesia de Santa Eulalia, al sol de una plaza chiquita, es un ejemplar único del arte renacentista alcarreño. Dentro se conserva un retablo del siglo XVI difícil de comparar con otros de su tiempo. Henos, pues, ante un pueblo singular, escondido como el buen paño en un barranco de la Alcarria, del que uno siempre que fue salió habiendo visto y aprendido tantas cosas.
He bajado hasta el Barrio del Río, donde Teodoro Pérez Berninches luce en el salón de su casa el magnífico óleo del Cristo de la Miel, motivo de mi viaje. Como estaba previsto, con la autorización y la ayuda de su dueño le he hecho todas las fotografías, en conjunto y en detalle, como he creído conveniente. Luego, sentados frente a otro estupendo lienzo que representa a Don Quijote y Sancho cabalgando por tierras de la Mancha y que ilumina un tragaluz, nos hemos dedicado a hablar del pueblo y de su vocación apícola desde los tiempos en que aparece noticia escrita de esa especialidad, que llevó a muchos de los nativos a ofrecer su producto por ciudades y tierras lejanas. Fueron los famosos meleros alcarreños del pasado, hoy en la memoria y en los ojos de sus paisanos materializado para la posteridad en un monumento que el pueblo colocó junto a la plaza en lugar bien visible.
- La tradición mielera es muy antigua en Peñalver. En el catastro del Marqué de la Ensenada ya se dice que nuestros antepasados salían por pueblos y ciudades vendiendo miel y otros productos del campo, como el carbón de encina y las legumbres. El queso alcarreño y el buen salchichón hecho en casa nunca faltaba en sus alforjas.
Hay casi medio centenar de oriundos de Peñalver que trabajan la apicultura, sus productos y materiales, por toda España. La miel con la que trabajan, salvo en algún caso excepcional, no es de su propia cosecha, porque el campo de Peñalver no da para tanto, como tampoco da la Alcarria para tanto si hubiera que considerarse, en verdad, como fuente de toda la miel que se dice de aquí. Los industriales de la miel no la producen por lo general, sino que la compran y la elaboran a su gusto. Como dato de interés para el consumidor habremos de decir que una buena miel es la de la flor del romero, y mejor todavía la miel bronca del espliego, dos productos propios de la Alcarria que ponen su miel en la cumbre de toda la que se produce en la Península Ibérica. La miel que llaman de mil flores es de buena calidad, y su nombre le viene dado por no poderse precisar de qué plantas procede. La del brezo y la encina, oscura en su color, cuenta así mismo entre las de mejor calidad del país. Para los amantes de las estadísticas hemos de decir que durante los últimos diez años el consumo de miel en España ha pasado de 550 gramos por persona y año, a 760 gramos. En la Alcarria el consumo anual ronda los 1300 gramos por persona, cosa que no está nada mal si se tiene en cuenta que los muchos componentes naturales que aporta favorecen el buen funcionamiento del organismo. Los nuevos sistemas para su tratamiento, así como la inquietud de ciertos industriales, con nuestro paisano Pérez Berninches a la cabeza, han llevado los beneficios de la miel a otros muchos productos de consumo, no sólo alimenticios.
- Sí; cuando yo empecé con ello ya se habían hecho pruebas, sobre todo en otros países. En productos alimenticios, como los caramelos o el chocolate, lo que hemos hecho ha sido sustituir el azúcar por la miel, que siempre aporta un sabor diferente y un beneficio mayor al organismo. También hemos aplicado las grandes ventajas del polen y de la jalea real a los cosméticos, tales como a la crema de las manos y de la cara que están dando un resultado excelente. A la crema para zapatos, cueros y madera, le aplicamos cera en un ochenta por ciento de su composición. El resultado es fácil de imaginar a favor de esos materiales.
Teodoro Pérez Berninches es amigo de los viejos recuerdos del pasado, sin perder el hilo a las grandes ventajas del presente. En un almacén que tiene en las orillas del pueblo guarda toda clase de cachivaches en desuso, de placas y de trofeos, de maquinarias hogareñas y de instrumentos musicales que para nada sirven; pero siente verdadera pasión por las romanas, una maquinaria sencilla y fiel en extremo como instrumento de medida. Decenas de ellas cubren el muro frontal de aquel su entrañable refugio, inmenso salón para gozar de la familia, de los amigos, y de los recuerdos en un lugar famoso por sus meleros y por la rica miel que las abejas de la Alcarria elaboran en sus solanas.
Terminamos con dos sentencias que en este momento se me antojan oportunas: “Ni todo el monte es orégano, ni toda la miel es de Peñalver”. O ésta otra, más conocida y con ciertas variantes según el lugar donde se escuche: “En Irueste, en Ruguilla y en Peñalver, fabrican las abejas la mejor miel”.

(En la imagen, "Monumento al mielero alcarreño", plaza de Peñalver)

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