martes, 28 de febrero de 2012

Rutas turísticas: LA ALCARRIA BAJA (I I)

MONDEJAR.LA ALCARRIA VINATERA

     La villa de Mondéjar viene a ser, por el número de habitan­tes y por la holgada manera que tiene de desenvolverse, la capi­talidad indiscutible de una serie de pueblos que ocupan el pico más meridional de la provincia de Guadalajara; a modo de cuña que se incrusta entre la de Cuenca y la de Madrid por los cauces del Tajo. El aspecto dilatado de los campos mondejanos recuerda a veces las llanuras manchegas de más allá, donde se dan con exce­lentes calidades el trigo y la vida, el pan candeal y el vino de buena cepa, santo y seña de los más genuinos menesteres de la Castilla eterna. Mondéjar, es hoy por hoy, a pesar de los deva­neos migratorios de las últimas décadas, una villa bien poblada, en donde la actividad de sus gentes y la casi óptima condición de   sus campos, la han convertido en uno de los focos más prósperos de toda la Alcarria y de sus tierras colindantes. En cualquier caso ahí está, laboriosa y fecunda para quien guste comprobarlo.

     Las crónicas de hace siglos cuentan que Mondéjar fue cabece­ra de marquesado desde el año 1512, con título de nobleza que recayó en la persona de don Iñigo López de Mendoza, hijo del conde de Tendilla con su mismo nombre, por lo que, de alguna mane­ra, al poco de haberse iniciado el siglo XVI, sus tierras pasaron a engrosar las ya de por sí extensas posesiones del poderío mendocino.

     Hay en la villa de Mondéjar una espaciosa plaza de clásica hechura castellana. El ala sur la cubre el imponente frontal de la parroquia, una de las primicias del Renacimiento en España. La comenzó a levantar en 1516 el segundo marqués de Mondéjar, don Luis Hurtado de Mendoza. Consta la iglesia de tres naves largas con arcadas góticas, apareciendo más elevada la nave central que las dos laterales. El magnífico coro se debe al arquitecto Nico­lás de Adonza. La portada principal que da a la plaza es una muestra fiel del estilo plateresco por entonces al uso, mostrán­dose en ella, además de los elementos arquitectónicos propios de su fastuosa ornamentación, una imagen desgastada de la Magdalena y los escudos familiares de los segundos marqueses.

     Aún quedan restos de lo que fuera palacio residencial de los segundos marqueses de Mondéjar por detrás de la iglesia, así como las ruinas venerables del antiguo convento de San Antonio en las afueras, mandado construir a finales del siglo XVI por don Iñigo López de Mendoza, su primer marqués, quien había conseguido del Papa Inocencio VIII las oportunas licencias para levantar en aquel sitio un convento de Franciscanos. Es muy probable que corriera con el proyecto y con los trabajos de construcción de este convento el arquitecto Lorenzo Vázquez. La desamortización de 1835 obligó a desalojarlo, después sobrevino la ruina. Sólo quedan en pie, para testificar otra de las primicias del Renaci­miento en España, algo de la portada principal, así como el remate de bóvedas y de columnas a los lienzos de muro que, mila­grosamente, todavía se sostienen. Como detalle curioso, cabe decir que el convento franciscano de Mondéjar fue declarado monumento nacional en 1921, cuando ya se encontraba prácticamente destruido.

     Lo que sí resulta aconsejable, para todo aquel que vaya por primera vez a la villa mondejana, será que dedique algo de su tiempo a visitar in situ la ermita de San Sebastián. Se trata de un santuario encalado y blanco como las ermitas cordobesas de don Luis de Góngora, situada a diez minutos de camino a pie en las orillas del pueblo con buena carretera de acceso, en medio de frondosa arboleda y sobre un altillo desde el que se domina una amplia panorámica del poblado y de sus campos linderos de viñedo y de olivar. En esta ermita precisamente se encuentran los famo­sos Judíos o Pasos; interesantes grupos escultóricos, muy anti­guos, tal vez de finales del siglo XVI, que ocupan toda una serie de capillas subterráneas a lo largo de una cripta habilitada exclusivamente para ellos. Ahí se pueden advertir, en imaginería bastante elemental por cuanto a ejecución se refiere, varias escenas de la Pasión de Cristo, de su Muerte y de su Resurrec­ción, sin que se conozca, ni siquiera se sospeche, quién pudo ser su autor. Después de haber sido reconstruidos por un fraile del monasterio de Lupiana en 1719, y restaurados recientemente, re­sulta un espectáculo curioso sobre todo, imprevisible y Pío, muy digno de irlo a visitar. 

     La producción bien llevada de la vid, y como consecuencia las industrias vinateras de elaboración y embotellado con las que cuenta la villa, han ido colocando a Mondéjar en los primeros peldaños, por cuanto a interés y a medios económicos de sus habitantes se refiere, de toda la Alcarria. Hace poco, se trató con éxito en las bodegas mondejanas la elaboración del cava, o del vino espumoso, llámese como se prefiera; no para competir necesariamente con las industrias especializadas de Cataluña ni del sur de Francia, pero que pudiera acrecentar en un futuro próximo la condición vinatera y el buen nombre de este lugar de la Alcarria.

     Con sus envidiables campos de vid, y con su característica actividad de cada día, dejamos Mondéjar atrás y seguimos nuestro camino con dirección al curso medio del río Tajo.  Llegamos muy pronto a los pueblos colindantes de Driebes, de Mazuecos y de Almoguera; interesantes los tres, cada cual por una distinta razón.

     Driebes y sus tierras más próximas debieron ser durante los períodos de auge de la España Ibera, lugares preferidos por aquellos remotos pobladores de la Meseta. Al sur del pueblo existen restos de un castro perteneciente a aquella época, siendo de gran interés arqueológico e histórico el llamado "Tesoro preimperial de plata de Driebes", expuesto a la vista del público en el Museo Arqueológico Nacional; más de treinta kilos de plata elaborada entre monedas, adornos y otros objetos de enorme valor, que proceden de la época inmediatamente anterior al Imperio Romano, dos siglos antes de Cristo.

     Mazuecos es pueblo de especial interés debido ‑entre otras razones más, como pudiera ser su exquisita repostería‑ a la fiesta anual de La Soldadesca; grupo de jóvenes ataviados con uniforme similar al que emplearon nuestros soldados en la batalla de Lepanto, quienes, coincidiendo con la procesión de la Virgen de la Paz, el día 24 de enero de cada año, pasean las calles del pueblo constituidos en pequeña escuadra, y corren la bandera a petición del vecindario repetidas veces. Se celebra esta fiesta en memoria y honor de un hijo de la localidad, al que, después de haber perdido un brazo como consecuencia del enfrentamiento naval del 7 de octubre de 1571 contra la escuadra turca, por interce­sión de la Virgen de la Paz, celestial patrona de su pueblo a la que con fervor se había encomendado, lo consiguió recuperar sano y salvo.

     Muy cerca de Mazuecos, siguiendo ahora en dirección norte, intentando buscar el camino de vuelta, está la histórica villa de Almoguera. El nombre de Almoguera se lo dieron los moros antes de ser reconquistada la villa por el rey Alfonso VI. La Historia cuenta que fue pueblo de bravas milicias concejiles en la lucha contra el invasor musulmán, lo que le valió en más de una ocasión el favor y el reconocimiento de los monarcas castellanos, como pudiera ser el fuero personal otorgado por Alfonso X el Sabio. En las campañas para la reconquista de Al‑Andalus, sus hombres participaron con notorio heroísmo.

     Hacia el año 1344, Alfonso XI entregó las tierras de Almo­guera a la Orden de Calatrava, pasando a ser una de las encomien­das más ricas y residencia habitual del Comendador. Fue cuna y habitáculo de familias hidalgas, cuyos escudos y viejos palacetes todavía pueden verse por las calles del pueblo ruinosos o trans­formados. De Almoguera fue natural el canónigo de Toledo don Domingo Pascual, portador del guión arzobispal de don Rodrigo Ximénez de Rada en la memorable batalla de las Navas de Tolosa.

     La iglesia de Santa Cecilia de Almoguera tiene, curiosamen­te, la torre campanario separada del edificio parroquial sobre el cerro peñascoso en el que estuvo su castillo. Son de notable interés en esta villa, dentro de sus costumbres heredadas, la llamada "Cofradía de Hidalgos", así como la conmemoración anual de la fiesta de la Santa Cruz el día 3 de mayo, con siete siglos de antigüedad.

     Durante las últimas décadas se han establecido en Almoguera varias granjas avícolas, así como una prestigiosa industria pele­tera que, no sólo han contribuido al freno de la emigración, sino que cooperan de manera positiva y eficiente a su desarrollo y a su bienestar económico.

(Las fotos representan: un detalle urbano de Mondéjar, un paso de "Los Judíos", y una toma de la Soldadesca de Mazuecos)

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