La villa de Mondéjar viene a ser, por el
número de habitantes y por la holgada manera que tiene de desenvolverse, la
capitalidad indiscutible de una serie de pueblos que ocupan el pico más
meridional de la provincia de Guadalajara; a modo de cuña que se incrusta entre
la de Cuenca y la de Madrid por los cauces del Tajo. El aspecto dilatado de los
campos mondejanos recuerda a veces las llanuras manchegas de más allá, donde se
dan con excelentes calidades el trigo y la vida, el pan candeal y el vino de
buena cepa, santo y seña de los más genuinos menesteres de la Castilla eterna.
Mondéjar, es hoy por hoy, a pesar de los devaneos migratorios de las últimas
décadas, una villa bien poblada, en donde la actividad de sus gentes y la casi
óptima condición de sus campos, la han
convertido en uno de los focos más prósperos de toda la Alcarria y de sus
tierras colindantes. En cualquier caso ahí está, laboriosa y fecunda para quien
guste comprobarlo.
Las crónicas de hace siglos cuentan que Mondéjar fue cabecera de marquesado desde el año 1512, con título de nobleza que recayó en la persona de don Iñigo López de Mendoza, hijo del conde de Tendilla con su mismo nombre, por lo que, de alguna manera, al poco de haberse iniciado el siglo XVI, sus tierras pasaron a engrosar las ya de por sí extensas posesiones del poderío mendocino.
Hay en la villa de Mondéjar una espaciosa
plaza de clásica hechura castellana. El ala sur la cubre el imponente frontal
de la parroquia, una de las primicias del Renacimiento en España. La comenzó a
levantar en 1516 el segundo marqués de Mondéjar, don Luis Hurtado de Mendoza.
Consta la iglesia de tres naves largas con arcadas góticas, apareciendo más
elevada la nave central que las dos laterales. El magnífico coro se debe al
arquitecto Nicolás de Adonza. La portada principal que da a la plaza es una
muestra fiel del estilo plateresco por entonces al uso, mostrándose en ella,
además de los elementos arquitectónicos propios de su fastuosa ornamentación,
una imagen desgastada de la Magdalena y los escudos familiares de los segundos
marqueses.
Aún quedan restos de lo que fuera palacio
residencial de los segundos marqueses de Mondéjar por detrás de la iglesia, así
como las ruinas venerables del antiguo convento de San Antonio en las afueras,
mandado construir a finales del siglo XVI por don Iñigo López de Mendoza, su
primer marqués, quien había conseguido del Papa Inocencio VIII las oportunas
licencias para levantar en aquel sitio un convento de Franciscanos. Es muy
probable que corriera con el proyecto y con los trabajos de construcción de
este convento el arquitecto Lorenzo Vázquez. La desamortización de 1835 obligó
a desalojarlo, después sobrevino la ruina. Sólo quedan en pie, para testificar otra
de las primicias del Renacimiento en España, algo de la portada principal, así
como el remate de bóvedas y de columnas a los lienzos de muro que, milagrosamente,
todavía se sostienen. Como detalle curioso, cabe decir que el convento
franciscano de Mondéjar fue declarado monumento nacional en 1921, cuando ya se
encontraba prácticamente destruido.
Lo que sí resulta aconsejable, para todo
aquel que vaya por primera vez a la villa mondejana, será que dedique algo de
su tiempo a visitar in situ la ermita de San Sebastián. Se trata de un
santuario encalado y blanco como las ermitas cordobesas de don Luis de Góngora,
situada a diez minutos de camino a pie en las orillas del pueblo con buena
carretera de acceso, en medio de frondosa arboleda y sobre un altillo desde el
que se domina una amplia panorámica del poblado y de sus campos linderos de
viñedo y de olivar. En esta ermita precisamente se encuentran los famosos Judíos o Pasos; interesantes grupos escultóricos, muy antiguos, tal vez de
finales del siglo XVI, que ocupan toda una serie de capillas subterráneas a lo
largo de una cripta habilitada exclusivamente para ellos. Ahí se pueden
advertir, en imaginería bastante elemental por cuanto a ejecución se refiere,
varias escenas de la Pasión de Cristo, de su Muerte y de su Resurrección, sin
que se conozca, ni siquiera se sospeche, quién pudo ser su autor. Después de
haber sido reconstruidos por un fraile del monasterio de Lupiana en 1719, y
restaurados recientemente, resulta un espectáculo curioso sobre todo,
imprevisible y Pío, muy digno de irlo a visitar.
La producción bien llevada de la vid, y
como consecuencia las industrias vinateras de elaboración y embotellado con las
que cuenta la villa, han ido colocando a Mondéjar en los primeros peldaños, por
cuanto a interés y a medios económicos de sus habitantes se refiere, de toda la
Alcarria. Hace poco, se trató con éxito en las bodegas mondejanas la
elaboración del cava, o del vino espumoso, llámese como se prefiera; no para
competir necesariamente con las industrias especializadas de Cataluña ni del
sur de Francia, pero que pudiera acrecentar en un futuro próximo la condición
vinatera y el buen nombre de este lugar de la Alcarria.
Con sus envidiables campos de vid, y con
su característica actividad de cada día, dejamos Mondéjar atrás y seguimos
nuestro camino con dirección al curso medio del río Tajo. Llegamos muy pronto a los pueblos colindantes
de Driebes, de Mazuecos y de Almoguera; interesantes los tres, cada cual por
una distinta razón.
Driebes y sus tierras más próximas
debieron ser durante los períodos de auge de la España Ibera, lugares
preferidos por aquellos remotos pobladores de la Meseta. Al sur del pueblo
existen restos de un castro perteneciente a aquella época, siendo de gran
interés arqueológico e histórico el llamado "Tesoro preimperial de plata
de Driebes", expuesto a la vista del público en el Museo Arqueológico
Nacional; más de treinta kilos de plata elaborada entre monedas, adornos y
otros objetos de enorme valor, que proceden de la época inmediatamente anterior
al Imperio Romano, dos siglos antes de Cristo.
Mazuecos es pueblo de especial interés
debido ‑entre otras razones más, como pudiera ser su exquisita repostería‑ a la
fiesta anual de La Soldadesca; grupo
de jóvenes ataviados con uniforme similar al que emplearon nuestros soldados en
la batalla de Lepanto, quienes, coincidiendo con la procesión de la Virgen de
la Paz, el día 24 de enero de cada año, pasean las calles del pueblo
constituidos en pequeña escuadra, y corren la bandera a petición del vecindario
repetidas veces. Se celebra esta fiesta en memoria y honor de un hijo de la
localidad, al que, después de haber perdido un brazo como consecuencia del
enfrentamiento naval del 7 de octubre de 1571 contra la escuadra turca, por
intercesión de la Virgen de la Paz, celestial patrona de su pueblo a la que
con fervor se había encomendado, lo consiguió recuperar sano y salvo.
Muy cerca de Mazuecos, siguiendo ahora en
dirección norte, intentando buscar el camino de vuelta, está la histórica villa
de Almoguera. El nombre de Almoguera se lo dieron los moros antes de ser
reconquistada la villa por el rey Alfonso VI. La Historia cuenta que fue pueblo
de bravas milicias concejiles en la lucha contra el invasor musulmán, lo que le
valió en más de una ocasión el favor y el reconocimiento de los monarcas
castellanos, como pudiera ser el fuero personal otorgado por Alfonso X el
Sabio. En las campañas para la reconquista de Al‑Andalus, sus hombres
participaron con notorio heroísmo.
Hacia el año 1344, Alfonso XI entregó las
tierras de Almoguera a la Orden de Calatrava, pasando a ser una de las
encomiendas más ricas y residencia habitual del Comendador. Fue cuna y
habitáculo de familias hidalgas, cuyos escudos y viejos palacetes todavía
pueden verse por las calles del pueblo ruinosos o transformados. De Almoguera
fue natural el canónigo de Toledo don Domingo Pascual, portador del guión
arzobispal de don Rodrigo Ximénez de Rada en la memorable batalla de las Navas
de Tolosa.
La iglesia de Santa Cecilia de Almoguera
tiene, curiosamente, la torre campanario separada del edificio parroquial
sobre el cerro peñascoso en el que estuvo su castillo. Son de notable interés
en esta villa, dentro de sus costumbres heredadas, la llamada "Cofradía de
Hidalgos", así como la conmemoración anual de la fiesta de la Santa Cruz
el día 3 de mayo, con siete siglos de antigüedad.
Durante las últimas décadas se han
establecido en Almoguera varias granjas avícolas, así como una prestigiosa
industria peletera que, no sólo han contribuido al freno de la emigración,
sino que cooperan de manera positiva y eficiente a su desarrollo y a su
bienestar económico.
(Las fotos representan: un detalle urbano de Mondéjar, un paso de "Los Judíos", y una toma de la Soldadesca de Mazuecos)
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