martes, 8 de febrero de 2011

LA INDUSTRIA DE LA CERA EN MARANCHÓN


ENTREVISTA A D. MELCHOR TABARNERO. 1979


A fe de ser sincero, debo decir que no tenía noción de esta especialidad laboral en ningún pueblo de la provincia. Más tarde he podido comprobar que, sin salir de Maranchón y sin apartarse siquiera de la familia de don Melchor Tabarnero, son varios los siglos que la industria de la elaboración de la cera han hecho de aquel pueblo molinés un importante núcleo de acti­vidad en este curioso quehacer.
La vivienda de nuestro entrevistado de hoy desprende elegancia añeja a primera vista. La fachada, salpicada de pequeñas pirámides en línea, como la del Palacio del Infantado, nos habla de cierto señorío en la familia de sus moradores. Una idea que se refuerza después de comprobar el aspecto inte­rior de la casa y, sobre todo, la cuidada personalidad de su dueño.
Me dice don Melchor que nació en 1892. Tiene, por tanto, 87 años. Sa­lud delicada y, según pude ver, es un apasionado de la Institución familiar, del amor limpio entre los esposos. Yo pensé, mientras me hablaba, que si fumase un poquito menos viviría mejor. Encontré a don Melchor muy afec­tado por el todavía reciente fallecimiento de su esposa que, como es lógico, no se resigna a poner en olvido después de tantos años de compañía feliz. Hicimos amistad inmediatamente y, sin más nos pusimos a hablar.
-¿Cuándo comenzaron en Maranchón a trabajar la cera?
-Pues mire: Mis antepasados comenzaron en el año 1712; es decir, a principios del siglo XVIII. Yo, por mi parte, me hice cargo de ello cuando tenía 17 años.
-¿En qué consiste lo que ustedes hacen, don Melchor?
-Nuestro trabajo ha consistido siempre en recoger la cera de las colme­nas en la provincia y en muchos lugares de España. La cera en bruto, claro, y aquí la prensamos por el sistema de romana, que es el más antiguo y yo creo el único que existe. Luego se envía, ya purificada, a los muchos lugares del mundo que nos la piden.
-¿Podría decirme cómo se hace todo eso?
-Sí. Esto se hace ahora como se ha hecho siempre. Se funde la cera en calderas a base de vapor, se prensa y se coloca en moldes de doce o de quince kilos. Así se hace la cera amarilla. Para convertirla en cera blanca hay que exponerla al sol y al aire durante unos cuantos días. No olvide que, según sea la cera blanca o amarilla, se empleará después para unas cosas u otras.
-Eso quería preguntarle ¿Cuál es la aplicación actual de la cera?
-La cera tiene muchas aplicaciones. Se emplea, como todos saben, pa­ra velas, pero su aplicación principal está en la industria para aprestos de te­las. También se usa mucho para aislantes y en los laboratorios para produc­tos químicos y de belleza. Tiene muchas más aplicaciones, como en odontología, por ejemplo. Pero, eso sí, ha de ser la cera pura, que ya prácticamente no existe.
-¿Por qué no existe?
-No existe la cera pura porque las placas que se ponen hoy a las colme­nas móviles, para que sobre ellas construya la abeja el panal, no son de cera pura. Entonces, eso se funde también con la cera producida en la colmena, por lo que el resultado siempre lleva un pequeño tanto por ciento de impu­reza que no es cera. Yo creo que si no se prohíben estas láminas y en su lu­gar se construyen de cera pura, llegará día en que este producto no se en­contrará ni para los procesos químicos, donde es imprescindible.
-Corríjame si estoy equivocado, pero yo creo que en el mercado se en­cuentran velas corrientes por diez pesetas o poco más. ¿Por qué es la cera tan barata?
-No; no se equivoca usted. Lo que ocurre es que esas velas que hoy se venden en el mercado no llevan ni un 10% de cera. Son un compuesto de parafinas y productos raros, sin valor apenas. Por eso estas velas se gastan tan pronto.
-Creo que aquí, en Maranchón, se fabricaron velas de cera. ¿Qué hay de esto?
-Sí que se fabricaron en algún tiempo. Nosotros no, desde luego. Aquí se fabricaban velas de cerilla, que son esas velas finas que se lían y se va sa­cando a medida que se gasta. Pero cuando se murieron sus titulares se deja­ron de fabricar. No ha continuado nadie.
-Al principio de la conversación me dijo usted que enviaban cera a muchos lugares del mundo. ¿Podría decirme algunos de esos lugares en los que se ha­ya consumido cera de Maranchón?
-Pues hemos enviado cera a algunas poblaciones de Francia, Alema­nia, Inglaterra y prácticamente a toda Europa, incluso a Rusia. Polonia ha consumido mucha cera nuestra y también algunos países de América, como Canadá. Los envíos se hacen en fardos de dos panes de unos treinta y cinco kilos cada uno, cuidando mucho que no se coloque cerca de algún producto de olor fuerte, porque la cera coge ese olor enseguida.
-¿Aumenta o disminuye el consumo de cera?
-El consumo ha disminuido en un 40% en lo que va de siglo y, como es natural, en esa misma proporción ha disminuido la producción.
-¿Tendrá continuidad esta industria secular en su familia?
-No. Al desaparecer la cera pura por razones que antes le he dicho, creo que esta industria aquí se acabará pronto. En estas condiciones no me­rece la pena.
Salí de Maranchón bien entrada la tarde. Cuando hablé con don Melchor comenzaban en el pueblo las fiestas patronales en honor a la Vir­gen de los Olmos. En las calles, ambiente extraordinario y una animada partida de pelota en el frontón de la Alameda. Salí, pensando quizás con un poco de tristeza, en otra actividad tradicional que se nos va para siempre y que, aunque un tanto anónimamente para el resto de la provincia, ha venido marcando desde allí el carácter variopinto de Guadalajara durante más de dos siglos y medio. Por otra parte, me sentí un poco vanamente satisfecho de haber llegado a tiempo todavía para poder dejar constancia de su existencia.

(En la fotografía: "Casa de los Picos" de Maranchón, donde en el otroño de 1979 se realizó esta entrevista)

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